Como amar a
tu patria y no morir en el intento.
Nací en una
Nicaragua convulsionada, insurrecta y gravemente lastimada. Con apenas año y
medio y en los brazos de uno de mis tíos crucé balas, cadáveres y trincheras
para llegar a un sitio seguro, aquellos días del mes de Julio de mil
novecientos setenta y nueve, aquellos días en los que mi ojos vieron lo que no
debe ver ningún niño y mi alma fue grabada con violencia ligándola para siempre
a una rebeldía con el mundo exterior.
No es fácil
aprender a distinguir la verdad de la mentira, no es fácil aprender a
identificar a los amigos, no es fácil sostener la realidad y convivir con el enemigo, no es fácil ser
rebelde en un mundo sin causas, así como tampoco lo fue haberme dado cuenta cuán
esclavos somos de nuestra propia nación.
Crecí en la
mentira llamada Revolución, me dijeron que los enemigos del pueblo eran del
norte, el yanqui opresor, el yanqui imperialista que financiaba a los traidores
de la patria, aquellos que se escondían en las montañas teniendo que huir de
sus casas y familias para sobrevivir, ellos, que no creían en los comandantes
que nunca comandaron nada y sí amaban la patria y la querían limpia de
doctrinas venenosas.
Los espantos
del pasado aún nos atemorizan, aún nos arrastran por las oscuras veredas de la
mentira y las falsas banderas, el mundo ha cambiado, sí, pero no para mejor. El
país ha cambiado, sí, se ha quedado sin hijos que la amen y la defiendan, han
abierto las venas del Nicarao hasta desangrarse, han pisoteado el honor de nuestros
antepasados, y borrado el coraje de la sangre de Diriangén.
Han mandado
los Rojos un tiempo, luego los rojinegros, y ahora ya todo es confuso, sólo
quedan los peones que se coronan Reyes en un escenario de infame Revolución o
de falsa democracia. No existe tal patria antes de abril y después de Abril. Es
la misma Doña con sus mismos caites y su mismo delantal, con su rostro cansado
y arañado por los duros golpes del tiempo y las ambiciones personales.
Ay Nicaragua,
Nicaraguita, te has quedado sin hijos que te defiendan y te reclamen,
secuestrada hace décadas sin que te dieras cuenta, ultrajada
ininterrumpidamente por quienes debían protegerte y abandonada a tu suerte por
los hijos, los abuelos y los padres.
Algunos te
sueñan República otra vez, otros te sueñan Libre, como si alguna vez fuiste
cualquiera de las dos. Son sueños ligeros de los que son ciegos por gusto y
algunos por defecto, adoran las quimeras de la democracia y creen en la utopía
del mañana. Yo en cambio, te quiero como sos, y te sueño grande aunque seas
pequeña!