Hacer gestiones en la Alcaldía de Managua es como entrar al Laberinto
del Minotauro o tratar de encontrar el Castillo de Kafka, así mismo le sucede a
mucha gente que a diario llega a dicha institución dizque descentralizada
devenida en desnaturalizada.
Pedir una constancia de solvencia, pagar tus impuestos
municipales, matricular un negocio pequeño, permisos ambientales, permisos de construcción y hasta inscribir un
matrimonio o un divorcio, son cosas sencillas, son servicios que con una base
de datos actualizada deberían de ser expeditos, sin embargo, en la Alcaldía hacer uno de
estos trámites es como tratar de filmar la secuencia de Matrix, incluso pagar
una multa se hace misión imposible.
Para comenzar, llegas temprano, según vos para acabar
pronto y que no te jalen la chaqueta en el trabajo por llegar tarde. Pero no
alcanzás a sospechar de cuán distinta es la realidad cuando vas a uno de estos
lugares. En las siguientes 5 horas ahí, sentirás que vives en un universo
paralelo, en una dimensión desconocida, y que tu tiempo y tu atención se lo
disputarán la burocracia y tus responsabilidades matutinas con el trabajo, con
tu pareja, con tu familia y con tus amigos, y al final creerás que fue una
especie de prueba a tu paciencia y cómo extrañarás aquellos viejos zapatos
cómodos que no te chiman.
Cuando llegas a la institución, preguntas dónde queda la
oficina pertinente y alguien te da una "referencia" y te dice: - pregunte en esa oficina, y te señala una
puerta azul. Giras y te das cuenta de que todas las puertas son color azul y
que además todos los edificios del mismo color y estructura, vas a la primera
puerta y te dicen que preguntes en las siguientes dos puertas, y así
sucesivamente, hasta que sientes que tienes cara de balón de Basquet y
que ellos tienen complejo de jugadores y entre tantas puertas te encuentras con
una aparentemente "inhabilitada", o sea, es la puerta
que usa algún jefe para escaparse al motel en horas de trabajo, pero después de
treinta minutos consigues la oficina "correcta" y pensás: ahora sí,
solo pago y me voy. Pero el suplicio apenas empieza.
Una vez dentro,
hay como 10 personas que como vos están esperando resolver sus problemas o intentando
cumplir sus obligaciones municipales, la recepcionista no para de hablar por
teléfono y a quien se le acerca para preguntar, lo mira y le retuerce los ojos
(y eso si se digna a mirarlo). La angustia empieza a surgir y el nivel de
paciencia empieza a descender.
De ahí en adelante, tu trámite se vuelve engorroso,
fastidioso y confuso, terminas llenando formularios incomprensibles, hablando
con directores, secretarias, asistentes y "compañeros" a cual más
patético, corriendo de una ventanilla a otra, haciendo filas inacabables solo
para que te den una “información” (la cual tenés que llevar a la siguiente
ventanilla, donde también hay otra larga fila), esquivando gestores y tramposos
y cuando finalmente llegas a la ventanilla de pago, resulta que hay una
autorización que no te firmaron o una fotocopia que no andas.
A esas alturas tu paciencia ya se fue a tus pies, tu
estómago ruge como un tigre, tus pies proclaman huelga, tus ojos vidriosos de
la impotencia, tu garganta reseca y tu lengua queriendo espetar alguna retahíla
del Oriental, tienes calor y sientes desfallecer. Ves tu reloj y ya es medio
día. Etapas casi superadas. Pagos casi efectuados. Sólo falta una cosa más: te
dicen "véngase mañana"
Y para terminar este pequeño blog personal, les dejo un video sobre la burocracia del genial cantinflas. ni más ni menos.
Franz Kafka
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